(Este es el post 1 de 3 de la serie "¿Cuándo me volví emprendedor?")
¿Cuándo me volví emprendedor? La pregunta es más difícil de responder de lo que anticipé. Estrictamente, comencé a depender económicamente de mis emprendimientos hace 9 meses. Ese puede ser un buen punto para marcar mi conversión oficial de godín a emprendedor. Sin embargo, hace 12 meses que me hice de un socio. Y hace casi 18 que estoy persiguiendo ideas y conceptos que me vienen a la cabeza con mi esposa, hermano y un grupo de gente.
Más aún, hoy pienso que he sido en parte emprendedor toda la vida. Aún recuerdo mi "tiendita" de lápices y lapiceros en mi salón de 4o de primaria. O la "discoteca" a la que invitaba a mis vecinos en 6o de primaria. Pienso en toda la energía que gasté tratando de ignorar ese llamado. Pienso también en los proyectos que realmente me emocionaron en el mundo corporativo - momentos de creación, de solución de problemas, de generar valor real para la gente.
Así que no estoy seguro de cuándo. Pero sí estoy seguro de que hoy lo soy, completamente. Estoy más enganchado que nunca. Y puedo, por primera vez, ver con claridad un camino al éxito, un camino que me llena de propósito y que, curiosamente, poca gente ve. Esto último podría ser mal augurio, pero es para mí la muestra de que estoy por primera vez en un camino de autenticidad, de ser fiel a mis creencias y principios, y no a tratar de encajar en moldes que le han servido a otros en el pasado.
En mi familia el real estate es el principio y el fin de todo. Mi papá y uno de mis hermanos viven y respiran real estate. Es de lo único que se hablaba cuando trabajé con mi papá y cuando vivía en su casa.
"Todos los negocios importantes tienen presencia física"
Cuando empezó el e-commerce en México, recuerdo a mi papá diciéndome "Todos los negocios importantes tienen presencia física", dándome ejemplos de muchas empresas y empresarios que fueron exitosos siguiendo el camino de comprar y desarrollar tierra, de tener tiendas, laboratorios, centros comerciales, hoteles, oficinas, centros de distribución.
No es sorpresa que mi primer emprendimiento se fuera por el camino del real estate: una cadena de hoteles de coliving. Entramos, compramos, remodelamos, operamos y después vendemos. Y repetir hasta saciarnos. ¿Qué íbamos a hacer con todo el dinero que (según Excel) íbamos a hacer?
No me malentiendan. Es un buen negocio. Pero hay un ingrediente crucial para hacerlo bien: te tiene que gustar. No, no tiene que gustar. En este país, con estas reglas para sacar permisos y con estas instituciones financieras para financiar proyectos, te tiene que encantar. Porque de otra forma te vuelves loco.
La próxima vez que se paren en un edificio recién construido, piensen en las cientos de horas que los líderes del proyecto pasaron en oficinas de autoridades cínicas o de banqueros insoportables. Porque esa es la forma de hacer real estate en México.
Me bastaron las primeras reuniones en oficinas sucias y con olor a tinta de impresora, ante autoridades exigiendo su tajada, para darme cuenta del tipo de trabas que hay para construir una cadena de hoteles. Todas esas trabas se pueden sortear, si tienes el carácter para ello.
Yo no estoy seguro de tenerlo.
Para lograr comprender esto de mí, tuve que echarme una ronda de financiamiento pre-seed, respaldado por algunos de mis amigos más queridos. Dediqué 6 meses de mi vida a trabajar con mi entonces co-founder, trabajando en paralelo modelos financieros, conceptos arquitectónicos, manuales de marca, junto con una enorme búsqueda de propiedades, en la que evaluamos más de 100 alternativas en la Ciudad de México y otros destinos del país.
Finalmente, tuve que aceptar la realidad.
Conversando con un inversionista recordamos el concepto de "tracción" en las startups. Estábamos al final del periodo establecido por la ronda pre-seed, sin señal de encontrar una propiedad con las características, precio y permisos necesarios para el proyecto. Fui yo quien dijo "Esto no tiene tracción. La demanda existe, el concepto es sólido, pero no podemos llevarlo a la realidad sin el real estate correcto. Asignar más recursos a este proyecto con este conocimiento es meterle dinero bueno al malo".
Pude ver la preocupación en sus ojos. Está tirando la toalla.
Pero nada más lejos de eso. Le compartí mi visión del futuro y su expresión cambió completamente. Nos abrazamos. Cómo agradezco el apoyo que tengo, pensé cuando me subí a la bici de regreso a casa ese día.
Desarrollando la cadena de hoteles aprendí de gente de todo el mundo que está desarrollando modelos de hospitalidad novedosos, conceptos de real estate apantallantes, además de restaurantes y experiencias verdaderamente innovadoras. Trabajé de la mano con personas que están construyendo el futuro en este momento, retando el estatus quo, que nunca toman un no como respuesta. Gente valiente e inspiradora, que no está cómoda llenando moldes de personas o negocios que ya fueron exitosos en el pasado.
Pocas veces me he sentido tan lleno de inspiración y de esperanza en el futuro como trabajando con ellos.
Así comprendí algo que ha cambiado mi realidad: todo es posible. Realmente lo es. Solo hace falta que lo sueñe una persona. No importa si nadie más lo ve al inicio. Lo que se necesita es uno, que lo vea y lo crea firmemente.
Pienso que ese fue el momento en que realmente me convertí en emprendedor. Más que eso, me convertí en builder. En alguien que diseña y construye el futuro, no que sigue lo que los demás han hecho. Ese es mi propósito, mi rol en esta vida.
"Soy Murciélago y mi poder es llevar luz a donde no la hay para que otros puedan encontrar el camino", aprendí hace unas semanas de un chamán maya en una mágica ceremonia de cacao en Guatemala.
El paso uno es serlo. Ahora había que saber el qué.
Aunque loable y emocionante, el proyecto de la cadena de hoteles seguía con el mismo problema: no existe real estate en la Ciudad de México que genere retornos atractivos, en la ubicación y con el tamaño correctos, y que no requiera que me meta hasta el cuello en el lodo de la corrupción y pagos de derecho de piso omnipresentes en nuestro complejo país.
Quizá llegará el lugar y momento para ese proyecto específico.
A pesar de esto, este proceso me dió otro regalo que lo cambió todo: me dio claridad.
(Continúa en la parte 2 de 3: "El Domingo que No Pude Dormir")